Es la segunda vez que me acerco a una obra literaria a través
del oído y no los ojos. La primera vez fue a mis cinco años con aquel disco
grande y rojo que contaba la historia de una niña llamada Heidi. Obra escrita
en 1880 por la escritora suiza Johana Spyri, aunque la versión del disco rojo está
basada en la popular serie japonesa de anime de 1974.
Me imagino, si son de mi edad, que ustedes también cantaron
alguna vez el “Abuelito dime tú”
mientras se acostaban de panza sobre el piso observando la bocina del
tocadiscos. Si no les tocó esa época lamento que se han perdido de un lindo
recuerdo.
Hoy no me acosté de panza, pero sí volteaba de vez en cuando
a la pantalla de mi laptop viendo en YouTube la primera portada impresa de la
aclamada obra de Miguel de Cervantes Saavedra, observando la barra roja que me
indicaba cuanto tiempo le quedaba al segmento que escuchaba. Lista para abrir el
siguiente fragmento auditivo.
Lo estoy disfrutando bastante. Me siento atraída tanto por
la maestría de la obra cervantina como por el ritmo y acento español del lector
masculino. Se me erizó la piel al ver al Quijote subir a su Rocinante, y agité
unas cuantas veces mi cabeza con coraje al escuchar como el sacerdote, el
barbero, la sobrina y la criada disponían con brutal lógica de la biblioteca
del hidalgo, quemando tantos preciados ejemplares considerados peligrosos para
la salud mental del anciano. Sentí los libros quemar e irremediablemente
recordé a Ray Bradbury y su Fahrenheit 451, uniendo en mi mente por un momento
a dos obras en temporalidades contrarias.
Oír esta obra me hace cuestionar las actividades de
promoción lectora a las que he dado prioridad hasta el momento. Pienso que
jamás dejaré de promover la lectura con libros encuadernados porque es el medio
más manejable y autónomo que hay para disfrutar del mundo literario. A
diferencia del audiolibro o libro electrónico que requiere de instrumentos y
los instrumentos requieren de energía para funcionar.
Pero creo que cuando hay la forma y los medios debemos
aprovechar todos los formatos en que la literatura se exhibe no solo para
incluir a los individuos que carecen de alguna habilidad física o habilidad
lectora, sino aquellos que carecen de la paciencia o del tiempo para leer un
libro.
Somos lamentablemente un país repleto de analfabetas
funcionales debido a las carencias creadas por las instituciones a las que
hemos confiado nuestra formación. En torno al rol que juega la lectura reconocemos
su importancia en nuestra sociedad pero nos negamos a darle importancia y
tiempo en nuestra vida individual. Parece ser que no aceptamos o reconocemos
que el límite de nuestras lecturas limita nuestra expresividad y finalmente
limita nuestra calidad de vida.
El día de hoy, mientras mis manos y ojos se ocupaban en otra
labor, mi imaginación me transportaba a las tierras de La Mancha y sentía a la
obra con tanta pasión como si el libro estuviera frente a mí. Sé que muchas
personas que se rehúsan a leer un libro lo hacen porque no identifican el
objeto como algo que produzca placer. Aprovechemos entonces que alguien ha
sacado la obra del papel y pongamos todos los formatos y medios sobre la mesa.
Tal vez si en el futuro llegamos a un espacio equipados con una grabadora y
preguntamos “¿ya escucharon al Quijote de
La Mancha? será el justo motivador que amplíe los horizontes creativos y
expresivos de una persona, una familia, una sociedad.
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