martes, 28 de enero de 2014

¡Demonios!

¡Hola! Hace tiempo que no escribo en el blog. Generalmente incorporo información sobre los distintos cursos o actividades que se realizan en la ciudad y sinceramente me siento muy cómoda con ese grado de exposición mía. Pero siendo esta la entrada número 100, creo que amerita salir de mi burbuja por un momento, y arriesgarme un poco para mostrarles que atrás de las imágenes y links de este espacio hay una persona que adora leer y disfruta invitar a otros a leer y compartir.
     


Me arriesgo y ustedes por igual se arriesgan continuando la lectura. Quedan advertidos entonces.
Mi vaga escritura por aquí no es falta de interés o inclusive de tiempo se los aseguro, es principalmente y con toda sinceridad que sobre mi ha caído la peor de las maldiciones creativas. Sufro de pánico escénico o, con mayor exactitud, sufro de "lectofobia invertida", eso es temor no a leer, sino a que me lean.
     Escribo mucho pero todo se queda en el cuaderno, en el cajón, abajo de las ropas íntimas donde sé que nadie (desafortunadamente) se atreve a meter la mano.
     Surgió en mi desde hace mucho tiempo la idea de que todo lo decible ya está dicho y que si bien aún hay por ahí algún nichito indómito en la creatividad literaria, una tierna y lánguida ramita en el árbol de la literatura universal seguramente hay ya una mejor persona que sepa describirlo con gran habilidad.
     No, no me estoy plagiando la contestación de Sor Juana a Sor Filotea donde dice "yo, la peor de todas". Esta es una simple deducción confirmada a través de tantas elocuentes y bellas lecturas que he hecho de varios creativos escritores y estudiosos literarios que han pasado por mis manos y ojos a lo largo de mi vida. Ese demonio que abandonó a Sócrates en el momento más crucial al final de su vida ni siquiera se tomó la molestia de visitarme al inicio o mitad de la mía. Dudo que lo haga ahora.
     Confieso entonces, que no tengo talento como escriba, pero afortunadamente sí un insaciable ojo lector (y digo uno porque el otro sufre desafortunadamente de astigmatismo y miopía, y solo se consuela y contenta viendo cuadros de Monet, Manet y uno que otro de Pollock).
     Me gusta leer y adoro compartir lo leído con otras personas. Siento que la palabra oral y escrita es tan necesaria como respirar y comer. La palabra, cada palabra creo yo trae historia, tiene vida fundada en la familia ancestral del hombre y cuando la invocamos a través de la voz o con una pluma y papel, renovamos la oportunidad de que acompañe al ser humano hasta el final de sus días. Y más allá.
     Claro, si están visitando este blog no tengo que decirles a ustedes nada de esto, y saben ya muy bien sobre el beneficio que conlleva la lectura y la importancia de promoverla en todos los rincones habitados de la Tierra. Pero de vez en cuando me lleno tanto de palabras que se me empiezan a desbordar y tengo que decirlas aun si es el mismo cuento de promoción lectora de siempre.
     Qué lástima sin embargo que a pesar de tantos esfuerzos que se han realizado por mantener ese cuento vivo, aun haya tan pocas comunidades en donde la lectura como herramienta de comunicación, como jubiloso vínculo social y cultural aun no sea utilizado, descubierto o deseado.
     De ahí que anden vagando, rondando por ahí tantos analfabetas funcionales como las plagas de zombis que salen en los programas de tv hoy en día. Buscando, siempre buscando saciar su hambre de supervivencia con trozos de información, pero jamás logrando vivir con libertad de pensamiento o de expresión propia. No hay muchos que logren el ideal lector que proponen Cañamares y Cerrillo en sus estudios, vale la pena invocarlo y compartirselos aquí en letras grandes para que ocupe un gran espacio en sus mentes:
“…el ejercicio habitual de la lectura aportará al individuo desarrollo personal, facilidad para comprender el mundo y sus transformaciones, instrumentos para la crítica y capacidad para comunicarse con los demás en diversos contextos.”
Enorme pena que tantos escritores han marcado los caminos de la paz, de la prevención, de la comunicación, de la alegría y de la libertad, y pocos pasos caminan por ellos.
     ¿Qué ha de hacer el promotor frente a estos zombis y esas campañas de subconsciente zombización (palabra inventada)? ¿Cómo detener este lento apocalipsis literario?
     Siguiendo este juego que la modernidad y los medios de comunicación han propuesto y activado, no nos queda otra cosa que hacer mas que llenar nuestros rifles con poemas de Sabines, Borges, Angelou, nuestras bazucas con misiles de novelas de George Orwell, Ray Bradbury y Aldous Huxley y granadas de ensayos Poniatovskianos para lanzarlos sobre las hordas de analfabetas funcionales esperando recuperar (alguna vez en sus vidas disfrutaron la lectura) a unos cuantos verdaderos lectores que continúen la lucha a nuestro lado.
¿Ven? por algo no escribo tanto. Me sale lo violento. Es herencia del lado de mi padre.
El gran  reto del promotor entonces es recuperar a los que creen no ser lectores a través de la conversación, el cuento, el poema, el circulo de lectura y todas las herramientas-armas creativas a nuestro alcance (algunas se las he dejado en este espacio y espero las compartan con otros).
Tengo muy clara mi tarea como promotora, Se muy bien que mi rol no es crear lectores, sino recuperarlos. Mostrarle a las personas que nacieron ya con ese placer lector y es solo cuestión de fortalecerlo para que bien, algún día el mundo y sus transformaciones sean claras y todos poseamos las herramientas para comunicarnos y logremos un fin común. La libertad.
¡Caramba! ¡Creo que un demonio rozó mi oreja por un momento! Esperemos regrese pronto.
Felices lecturas.

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